MANO A MANO. Diego Torres pide hoy la
unión entre los argentinos. (Hernán Rojas)
Leonardo Torresi / Revista Viva (Diario Clarín)
Y esto te lo digo como Diego Antonio... DNI veintidós millones ¿viste?", firma el artista conocido como Diego Torres, Diego Antonio Caccia Torres, para dejar completo lo que puede tener interés de los puntos suspensivos, y de paso corroborar por qué alrededor de su carácter y sobre su modo de sentir, sostiene: "Soy tano".
Lo que firma es: que en este país lo que ya es hora de que se entienda, o mejor, lo que a este país le vendría muy bien atender es, por ejemplo, un ejemplo como el del rugby.
"Muchas cosas en mi vida las aprendí por haber jugado al rugby. Es súper legal, recontra fuerte, sí, pero después hay que hacer un caminito y aplaudir al que ganó. Tiene ese concepto de unidad, de ir para adelante en la vida. Yo ahora agarro mi disquito, me voy a México...
Hay que laburar, ¿o te creés que Shakira no labura?" No tenemos disquito en la mesa, faltan unos días para tener uno fabricado como gustan nombrar en la industria musical, entonces se provee de un disquito imaginario, lo calza debajo del brazo y mientras marcha hacia la tarea y hacia el mundo, va hilando: "El juego de riñas no le hace bien a este país. En Argentina todo nace a partir de una falta de respeto. Nos peleamos unos con otros y nadie habla de lo que vamos a hacer con este país".
Estamos pinchando unos fideos tirabuzón en una cantina de Palermo, con fotos de Olmedo, de Racing, de Guinzburg, y fotos pícaras por decirlo así dentro el baño. Así que este país es este mismo.
"... Así se desmerecen las cosas buenas que se pueden haber hecho, o que se pueden 30 VIVA llegar a hacer. ¿Mi razonamiento es por lo que me dicen los medios? No, yo tengo un razonamiento propio. La gente no es tonta y quiere algo distinto. Por eso Distinto es el título del disco, ¿entendés?" Cierto, Distinto es el disco que trae Guapa, el single que según la ofi cina de difusión del artista fue oído por 50 millones de personas en forma simultánea el día del estreno. El álbum sale el 4 de mayo. Es el más rockero de los discos del cantante querido, aquel que ha amalgamado como pocos el romance, las músicas de playa, los temas de autoayuda. Y que de pronto se ha descubierto a sí mismo como un traductor de climas de época. Si cuando salió a promover Color esperanza justo el país ardía y ese tema musicalizó la novedosa Argentina que renace de los asertos periodísticos, algo distinto es lo que hoy se reclama. Eso descubrió. Eso piensa.
Bueno, Distinto también porque cambió de compañía de grabación; Distinto porque la dirección artística es otra (trabajó con Rafael Arcaute). Pero, en el orden de la trascendencia, "lo de Distinto, además, es por lo que el pueblo viene proclamando". Lo que políticamente traduce como un: "¡Flaco, basta!".
"En este país todo nace de la polémica. Desde el lugar del Gobierno, los medios, los pasquines de la tevé amarilla... ¡Flaco, basta! Los cambios siempre vienen de abajo hacia arriba. ¿En qué país queremos vivir?"
¿En Australia?
Preguntamos ¿En Australia? porque antes, hablando del rugby, de la ética del scrum y de su gusto personal por ese deporte, había dicho que el año que viene seguro se va a Nueva Zelanda, a ver el Mundial 2011, como ya lo hizo en Francia 2007, pero también va porque "países como Australia y Nueva Zelanda realmente no he conocido... Me morí de amor. Allí vi unas sociedades como las que uno desearía, como uno hubiera deseado que fuera la Argentina. Y pensar que Australia sólo tiene verde en las puntitas y todo desierto en el medio, man. Hay un orden, cero violencia; los tipos en bermudas, en chancletas, en patas... En el aeropuerto vi a un tipo despidiendo a la mujer en patas. Son muy cálidos, re friendly: si llegás ahí es porque ellos quisieron. Nadando no llegás. Me enamoré de esa sociedad. Me quería comprar un departamento. Mirá lo mal que estaba de la cabeza que proyecté: 'Todos los eneros me vengo acá'. Deporte a morir, surf a morir..." Lo de esta mañana, antes de los tirabuzones, fue más pedestre. Fútbol en cancha de alfombra a reponer, pero eso sí con famosos como Majul o Camisani o un Pauls. Uno del equipo que juega en cueros, medianamente tatuado, uno que ya está a un año de los cuarenta, con tendencia al juego largo, es Diego Torres.
Otro humoriza: "Mirá, vino a jugar Horacio Guarany", por esa barba de Diego Torres que ya se estudiará si avanza.
Este es uno de estos rincones de la ciudad de Buenos Aires donde, al viejo decir de Facundo Cabral, cae una bomba y seguro rebota. Es decir, donde Diego Torres puede sacarse unas fotos en la calle sin mayores intromisiones que la bravata de uno de estos amigos del fútbol que, cuando sale con el auto, le dedica: "¡Aguante Luciano Pereyra!".
Un consultado cualquiera pero no menos valioso de una nota como ésta, opina en la hondura de la sinceridad: "Si uno dice que le gusta Diego Torres lo más probable es que lo traten de maraca. Sin embargo, de esa camada de solistas que le cantan a las minas, lejos es el mejor... Sus canciones no son tan melosas y tiene muy buena voz. Si lo tenés que escuchar con tu mujer, va tranquilamente. Lo apruebo".
Y otro, ahora yendo a lo personal: "Pienso que es un petiso que sabe disfrutar de la vida".
Alto no es, y eso tal vez explique que en situaciones públicas extienda con cierta mecánica los brazos para ensancharse. El disfrute de la vida parece que es verdadero, y en un modelo de este tipo: en casa, él con la guitarra, o sentado al piano, viendo qué viene a la cabeza y cómo eso va drenando a las manos, con la tele en mute, y en la tele "un Panathinaikos/Varsovia, ponele". Ella, Deborah Bello (y bella), modelo, conductora, leyendo, mirando una peli, o tejiendo. "Tengo una mujer que me mantiene mucho en equilibrio. Respetamos nuestras soledades, aunque estemos en la misma casa. Estamos horas así. Después nos acercamos, nos damos unos besos... sabemos cuándo no tenemos que atosigarnos ni meter al otro en programas chinos." Para los chicos, dice, habrá tiempo. Ya ocurrirá, ¿no? ¿Casamiento? Después.
Volver a estar mejor
La pregunta de la calle era qué había pasado con Diego Torres en estos años, es decir, luego del Andando de 2006. La primera parte la ocupó una gira internacional, de ésas que a los artistas muy populares, como él, le duran un año y medio.
Y hubo un año, 2008, con la atención puesta en el cuidado de su papá, Julio César Caccia, que sufrió un problema grave de salud. "Cuando murió mi mamá (en 2002), yo estaba a mil. Y cuando caí tenía un agujero en el pecho. Esta vez me agarró acá y quise estar con mi familia. Y detuve el mundo a mi alrededor." Con el papá mejor, y el presente sonido de los consejos de Lolita, puso ese mundo otra vez a girar. Distinto está listo. Nos pasa unos temas en el auto, nos marca en la rodilla la irrupción de los pasajes de hip hop de la Mala Rodríguez o el Yotuel Romero de los cubanos de Orishas. ¿Qué hay de distinto en Distinto? Las guitarras, el peso del bajo, ese sonido más rítmico; "orientado al rock", como explica. "Es diferente, aunque yo siempre he tratado de incluir algo nuevo en mis anteriores discos.
Un tumbado latino, una caja, la cosa reggaera... en este también hay lugar para un nylon flamenquito, una guitarrita que acaricia..." Diego Torres se explica a medias su embanderamiento con el subgénero de la "canción positiva". Si él no quiso que pasara, ¿cómo fue que pasó? "Me causa gracia, porque yo tengo canciones que son súper tristes, re nostálgicas... Creo que esa visión coincide con el suceso de canciones como Color esperanza ('Sé que lo imposible se puede lograr/ que la tristeza algún día se irá') Sueños ('Creo que la vida/ es un tesoro sin igual/ de los buenos tiempos/ siempre quiero más'), o Que no me pierda ('La vida vale la pena/ si aprendo a hacer el camino'), que tienen un mensaje que apunta más a que no te suicides que a que lo hagas.
Pero nunca dije: 'Voy a ser un cantante de autoayuda'."
Pero canciones como 'Tratar de estar mejor' parecen títulos de libros de ese anaquel...
Bueno, esa canción, por ejemplo, surgió cuando mis hermanos se empezaron a ir afuera y la familia grande empezó a separarse. Pensá que cuando estábamos lanzando Un mundo diferente tuvimos que suspender todo porque explotaba el país. No podíamos sacar plata del banco para hacer el video.
El éxito de canciones como Color esperanza lo hizo solita la gente. Eso no hay marketing que lo pueda provocar.
¿Y la fama de muchacho santo al que lo pasan en los actos de la escuela y hasta le cantó al Papa?
La gente, imagino, ve en mí una persona normal. No creo que tenga fama de bueno porque le haya cantado a Juan Pablo II. No soy ni bueno ni quiero ser ejemplo de nada.
No voy a los conciertos a decir: "Bueeeeno, ahora en esta canción nos vamos a agarrar todos de las maaaaanos". Con lo del Papa hasta armé una rutina cómica en los shows. Yo hago café concert en el escenario, digo malas palabras. Me gusta eso, entretener a la gente. No me gusta el griterío. Que era de lo más normal al principio, cuando el cantante venía pegado el galancito de La Banda del Golden Rocket:
"'¿Qué gritás?', las hacía callar yo". Después el público se fue ampliando y los gritos se redujeron a una expresión tolerable. Aquel actor de la comedia joven, o el del fuerte éxito con la película La furia su clamor "¡Guardias!" es tradición popular, volvió en el clip de Guapa. Una minipelícula donde se desdobla en un empleado de un corralón y en un ángel de la guarda "muy Wenders" (¡Claro! ¡Las alas del deseo!).
"Uno mismo es su propio ángel de la guarda. Y ese ángel no sólo aparece para agarrarte de la mano cuando te vas a morir.
Es lo que te endereza cuando está flaca la vida." No es éste el momento siquiera de pensarlo. Sale de gira promocional por América del Sur, México, EE.UU. y España, con esas agendas de 9.45 una radio, 10.15 una nota, 11.45 otra, y después, sí, media hora "para comida y descanso". Son las reglas. "Llego tan liquidado que capaz al último que le toca le doy un beso en la boca." Es libre. No tanto como cuando goza "con frecuencia uruguaya" de su circuito Pacheco/Polvorines, y va a la panadería "a buscar el pan", y es rarísimo que alguien le pida un autógrafo, o una foto, porque le dan mate, le regalan unos chocolatines, y él se queda. El día que no haga eso, que no quiera quedarse, "entonces no soy más Diego, ni un artista popular", no es nada más.
http://www.clarin.com/diario/2010/03/28/um/m-02169019.htm
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